EL IMPERSONAL - PARTE 1 - DICIEMBRE 2016
Me dirijo a ti, al Corazón de tu Presencia y de mi Presencia y te bendigo. Permíteme expresarme en tu nombre y en mi nombre. Presentes en el Corazón, vamos juntos, tú y yo, a elevar el Corazón Ascensional por la Gracia del Fuego Ígneo, por la Gracia del Amor, por la Gracia de la Luz. Por mis palabras y por tu silencio y, por el efecto el Verbo, el Fuego Ígneo nace de nuestro encuentro.
En tu eternidad y en mi eternidad, sé bendecido y agradezco tu lectura, tu escucha, tu comprensión y tu libertad. Así que pregunta y escucha lo que te dice tu eternidad. Trascendiendo así todos los fenómenos de la conciencia, vamos a penetrar, no ya en el fenómeno sino en el noúmeno. En el corazón del Corazón, en la Verdad más íntima, sin condiciones ni discusión, surge en ti la llama de tu verdad y tu esencia.
Desde ese punto de tu centro, yo resueno en ti, el canto de la Libertad, el canto del Absoluto, donde ninguna palabra es necesaria ni útil. Así, el canto del Silencio eleva en ti la llama de la Vida, eleva en ti, el Fuego Ígneo, no solo encendiendo tu MerKaBah, sino directamente tu corazón.
Tú, Hijo Ardiente del Sol, te honro ahí donde no hay nadie, ahí donde sólo queda el Amor; ahí donde todo es conocido, donde todo es sabido y donde todo es evidente. En nombre del Único, se eleva la llama de tu Resurrección. Y así, acojo, en ti, el don de la Vida que no conoce ni límite, ni principio, ni fin.
En el canto eterno de la Resurrección, en el silencio de tu Infinita Presencia, Cristo glorificado se imprime en ti mostrándote la evidencia de tu corazón, la evidencia del Amor, donde nada puede ser limitado, donde nada puede ser frenado. Es, por tanto, la inmersión total en el Fuego Ígneo que consume todo lo que no es verdad, todo lo que pasa. Levántate, levántate en tu corazón, ahí donde tú eres verdad, ahí donde ningún sufrimiento puede ser mencionado o pensado.
Levántate ahí, donde estás en un cuerpo de carne, para que el Espíritu ilumine toda la carne y toda la materia. Te invito a la Verdad, te invito a la verdadera Vida, aquella en la que nada se necesita, allí donde no se sufre ni falta nada. Ningún obstáculo, ninguna reticencia, podrá restringir el regalo del Amor a sí mismo en esta consumación perpetua, como una hoguera de alegría que ilumina todo en tu travesía y quema todos los recuerdos inútiles, haciéndote libre, de tu persona, de tu historia, de tu karma, de toda falta y de todo error. Esto tendrá lugar, en cuanto te mantengas en mí, como yo me mantengo en ti.
Vamos a cantar la canción de la Vida, el canto de la Eternidad; escúchalo en el silencio de tu persona. Y así, canta tu corazón elevado en los dominios de la Eternidad, en las Moradas de la Fuente, en todas las experiencias que puedas vivir dentro de tu Libertad, dentro del Amor.
Ahora, en este período de la Tierra, que vives en este momento, el tiempo despliega lo que estaba plegado, ofreciéndote el espacio infinito del Amor que no tiene principio, ni fin, ni orientación alguna.
Instálate en la Morada de la Paz Suprema que es tu morada de Eternidad. Instálate allí donde todo es evidencia, allí donde la fuerza del Amor no puede ser forzada por otra fuerza que la de la Verdad. Elévate por encima de toda herida y de toda carencia. Elévate a tu corazón, ahí donde no se requiere ninguna forma, ahí donde todo es perfecto y ahí donde todo vibra. Entonces el Fuego Ígneo, por el don de la Gracia de María, podrá invadir tu carne y tus capullos de Luz.
Te invito al templo de la serenidad donde el agua de Vida fluye profusamente, allí donde el Fuego Ígneo te llena de Amor y de felicidad. Escuchame desde tu corazón, ahí donde la vibración sustituye a las palabras, ahí donde la vibración transmuta tu fuego vital. Vuelve a ser lo que siempre has sido en esta ilusión y en cualquier situación que hayas tenido que afrontar y superar durante tus peregrinaciones en este mundo. Te acompaño a la puerta del Misterio. Preséntate con humildad y espontaneidad, ante quien era conocido como el “guardián del umbral”, también un personaje de pacotilla que sólo revela tus fantasmas de la encarnación y tus sufrimientos. Elévate en tu corazón donde todo lo que resiste, sólo puede eliminarse y consumirse por la alegría de tu amor, por la Alegría del Amor.
Así que, deja emanar, desde tu templo de Eternidad, el Manto Azul de la Gracia que te cubrirá con su gloria y con su alegría. Deja que, a partir de ahora, el Fuego Ígneo actúe y consuma tu corazón efímero. Deja que se presente tu corazón abierto a la Eternidad, a la Verdad, al esplendor y a la Evidencia, allí donde tu persona no puede luchar ni oponerse a la revelación de tu esencia. Donde tú estés, yo estaré y soy tú como tú eres yo.
Descubre lo que eres, déjalo que se muestre en la carne, así como en este mundo; no detengas nada. Este desconocido que a veces puede darte miedo y que es tu única verdad conocida, es tu verdadera Vida en el Único y en la Libertad.
El momento de lo sagrado y de los sacramentos, están desde ahora, inscritos en la verdad de tu corazón. En este tiempo de la Tierra que se termina, se descubre, no la espera, no la esperanza, sino la indecible verdad del Amor que no hace distinción ni diferencia entre tú y el otro, entre tú y los mundos, entre tú y las dimensiones.
Descúbrete, déjate atravesar de arriba a abajo en tu cuerpo de carne, por el Fuego Ígneo y por este Amor inconmensurable. Esto es conocido, aunque tú lo creas desconocido. Eso forma parte de lo que tú has sido y lo que serás, independientemente de tu camino y de tu Morada de Eternidad. Entonces, el Amor de tu corazón te dice: “no temas, atrévete simplemente a ser lo que eres, atrévete a ser la Verdad incondicionada que no depende de ninguna causa ni de ningún fin”. Te invito a eso en este instante y a cada instante que te quede por recorrer en la arena del tiempo.
Vuélvete hacia ti mismo como yo he venido a ti, ahí donde no puede haber diferencia entre uno mismo y los otros, entre tal dimensión y tal otra; allí donde no estás fijado a una forma ni a una historia ni a un recuerdo, sino donde a cada instante te encuentras renovado por la Gracia del don de la Vida, por la Gracia de la Luz.
No mires hacia el pasado, no te apartes de este escenario del fin de este mundo que ha decretado tu libertad para que reconozcas lo que podías creer desconocido, porque nada que corresponda a cualquier tiempo como a cualquier mundo incluso el que pisas, puede ser borrado de la Verdad de tu esencia, más allá de tu forma.
Quédate ahí, donde la Onda de Vida, donde la Fuente de Cristal deposita en tu centro, lo necesario para la alquimia de la Vida eterna. No dejes que ningún límite pasado se quede en este instante y comulguemos juntos en el canto de gloria de tu Resurrección, con el Coro de los ángeles de la verdad de la Vida.
Déjame hablarte simplemente de lo que tú eres, allí donde cada palabra sólo puede cantar y alabar al Amor, la Vida y la conciencia. Recuerda que en la Eternidad y en el Amor, no hay nada que preservar, ni nada que salvar. Tú estás ahí donde se reencuentran lo efímero de la vida y la Eternidad de la Vida. Deja que tu corazón caliente y consuma, porque en ese lugar, nada puede desaparecer, nada puede ser impuesto.
Elévate en la verdadera Vida, elévate en el fuego Ígneo que pone fin a la utilidad de todo trabajo, porque todo ha sido programado y todo se ha cumplido desde lo más alto de los cielos a lo más bajo de la Tierra. Deja resonar el corazón del Silencio, allí donde el Amor es perdón, allí donde el Amor vuelve a poner en su sitio, cualquier violación de la Vida; allí donde el Amor pone fin a cualquier herida.
Ámate en lo que tú eres. Ahí donde no necesitas ni forma ni creencia; instálate en el ser infinito que has sido, que eres y qué serás. Escapando a la rueda del tiempo, escapando a la rueda del sufrimiento y de la Ilusión, serás libre, serás liberado. María vendrá pronto a susurrarte, estableciendo la última conexión, a veces necesaria, para la Resurrección.
Deja a la Luz del Amor aclarar por su magnificencia y su Gracia, lo que te parezca quedar en la sombra. Escucha más allá de mis palabras y de mi Verbo, así como más allá, de todos mis silencios, lo que se revela. La Tierra te llama y el cielo te interpela para hacer el milagro de una sola cosa, el de la Vida en el Amor, que no depende de ninguna forma ni de ningún objetivo, sino que expresa en cada espacio como en cada falta de espacio, la misma intensidad y la misma claridad de la inefable Luz de Vida. Así es el Fuego Ígneo, que consume lo que queda de reticencias o de objeciones dentro de tu historia y de tu persona. Vuelve a reunirte ahí donde nadie es necesario, donde ninguna forma es discernible, donde no fluye el tiempo, donde no hay distancia entre los multiversos. Abole así el tiempo y el espacio, aboliendo también el sentido de ser una identidad, el sentido de ser una persona, porque sea cual sea el personaje y la persona en este mundo como en cualquier mundo, sólo el Amor magnifica y trasciende toda forma y todo límite. Atrévete. Atrévete a ser.
Apóyate sobre el no ser que no es otra cosa que la plenitud. Déjate cincelar por la espada de la Verdad, déjate esculpir por el don de la Gracia. Elévate, bien anclado en esta carne, hasta el dominio del Espíritu de la Verdad, allí donde el Paráclito actúa sin cesar para tu gloria eterna, para la Resurrección y tu libertad perpetua. No detengas nada de lo que renace en este instante.
No olvides que no puedes asir, en manera alguna, el Amor que eres. No tienes más que vivirlo, no tienes que tomar nada ni retener nada, sino dejar este Amor espontáneo que no responde a ninguna causa, a ningún objeto, ni a ningún sujeto. Así es el Fuego Ígneo del Amor. Así es la Verdad en todo el mundo y en todas las dimensiones y más allá incluso de las dimensiones más etéreas.
Y así, la quemadura de Amor se hace mordedura eterna, que no hiere, que no toma nada, que sólo da, porque el Amor responde y la Luz es su vehículo.
Déjame impregnarte desde tu centro hasta la periferia más lejana de esta forma, del beso del Amor, esta mordedura del Fuego Ígneo que consume lo efímero, en un fuego de alegría que consume lo efímero que no tiene utilidad alguna. Así, en tu conciencia desnuda, desprovista de todo atributo y de toda forma, tú te revelas a ti mismo.
Deja emanar la alegría, de este corazón; deja que la Vida te recorra como una Onda de Libertad aplacando la sed. Deja al maremoto del Amor llevarse lo que no es Amor y preséntate desnudo, en tu desnudez esencial, la del Amor que no tiene nada que ocultar ni esconder.
Oye, oye el Fuego Ígneo que pronto atravesará el manto de la Tierra para venir a tu encuentro. Escucha, escucha el canto de la Fuente, Infinito y Absoluto, descender del cielo hasta tu centro. El cielo y la Tierra te invitan a eso. Déjate embriagar por las Trompetas de la Resurrección. Déjate amar por nuestra Madre Una.
En este corazón donde no hay nada que retener, mantente de pie, hijo del Cielo y de la Tierra, hijo del Uno, en este lugar donde el cuerpo, el alma y el Espíritu se reencuentran en la misma Unidad, en el mismo alineamiento.
Engalanado con el Manto de María y el Manto de Mikaël, estarás listo para acogerte como digno hijo del Único. El Fuego Ígneo es a la vez el primer soplo y el último allí donde no hay ni principio ni fin, donde lo primero se confunde con lo último y donde lo último se convierte en lo primero, allí donde no hay reglas ni moral ni leyes, allí donde tú eres libre porque tu esencia es Libertad.
Entonces, deja al Fuego Ígneo que abra ahora tus ojos y tus sentidos, totalmente, a la realidad de lo Invisible que se vuelve hoy mucho más palpable y tangible que el mundo efímero de tu cuerpo y de tu materia.
Reúnete, cásate contigo mismo, allí donde Cristo y lo que eres, sois uno, tú, Hijo Ardiente del Sol, Hijo Ardiente de la Fuente, Hijo Ardiente de la Eternidad.
Despliego en ti, la alfombra de rosas con su aroma y su fragancia que decoran el templo de la serenidad y de la Verdad. Así, tu corazón está listo para celebrar las Bodas de la Eternidad, las Bodas de la Verdad, allí donde la única lógica es la lógica del Amor que es don permanente y total, que es canto de Vida, canto de experiencia y canto de Silencio.
Deja al Fuego Ígneo recorrer cada parcela de tu conciencia y cada célula de tu cuerpo y recibe la evidencia de tu Presencia, la evidencia de tu ausencia. Emprende el vuelo allí donde no hay necesidad de desplazarse, allí donde no hay necesidad de creer, donde no hay necesidad de esperar, donde no hay nada que temer.
Yo estoy contigo desde la Eternidad, estoy contigo porque yo soy tú. No hay ni distancia ni diferencia. No hay nada que distinguir allí donde no hay nada separado o dividido. Allí está tu evidencia y mi evidencia. Reside en esta Alegría donde el Fuego Ígneo se consume y te consume, reduciéndote todavía más y consolidándote en la Luz dentro de tu densidad. Y allí, el Fuego de la Alegría y el Fuego de la Eternidad, elevan ahora todas tus Coronas en las moradas de la felicidad. Deja la Onda de Vida recorrerte de arriba abajo y de abajo arriba; deja el canto de la Resurrección de la Tierra, recorrerte de abajo a arriba, del exterior al interior. Estoy contigo en la Eternidad, estoy contigo porque yo soy tú. Y estamos allí donde no puede aparecer hambre o sed, de ninguna naturaleza.
Entonces, mantén tu casa limpia y decorada con mil aromas, para Él, que viene como un ladrón en la noche y tú brilles por tu Presencia infinita.
Sitúate donde todo movimiento es inútil porque todo está presente, ahí donde ningún reloj descuenta el tiempo porque el tiempo tiene lugar en el mismo instante y acoge el don de la Eternidad, el don de la Alegría que nunca pueden interponerse ni limitarse.
Entonces, el Fuego Ígneo se mezclará con la llamada de la Tierra, desde tus pies hasta la cabeza, atravesándote de lado a lado para que ninguna parte de tu carne pueda impedir que aparezca el Amor, para que tu radiación se expanda totalmente sobre este mundo, expresando, a la vez, gratitud y perdón, y agradeciendo lo que has pasado.
Ahí de dónde eres, no puede haber ni pérdida ni carencia; ahí de dónde eres, me tienes. Así que te hago la ofrenda de la Alegría porque en el Amor, todo es ofrenda y don porque en el Amor, la Paz sólo puede ser eterna, porque en el Amor, nada puede ser desviado ni alterado. En este instante, deja al Espíritu Santo alquimizar con el Fuego Ígneo y redescubrir lo que tú has sido siempre. Sea cual sea la densidad de este mundo, su encierro, sus limitaciones, tu esencia es ilimitada y más allá de toda forma como presente en toda forma. En el Amor, nada puede estar separado. Es esto lo que digo en ti, es eso lo que aparece el gran día en que tu conciencia eterna resucite.
Ven a mí como voy a ti. No hay ni distancia ni velo que pueda impedir eso. Escucha y vibra, consumiendo así en la alegría, todo lo que has tenido y que ha sido viento en el juego de la persona, el juego de este mundo en que las reglas están alteradas. Entonces, olvida cada regla y mantente en lo que eres. Independientemente de tu destino y camino en la superficie de este mundo, sea cual sea el posicionamiento de tu conciencia en este día, no representa ninguna diferencia. Así es el Fuego Ígneo, así es la Alegría sin objeto del Amor, así es la Verdad.
Y así, en este día en el que tú estás en paz, en que me escuchas o me lees, el Espíritu Santo te llena de carismas del Espíritu. Las doce Estrellas son tu adorno de Eternidad. Tu corazón sagrado puede entonces, cantar, fusionarse con los sonidos del Cielo y de la Tierra para cantar la misma sinfonía y celebrar la misma gloria.
Escucha el canto de Amor de la Tierra y el canto de Amor del Cielo. Ellos están ahí para ti, para que nunca puedas olvidar tu verdad, para que nunca estés limitado a una forma o a un mundo, para que nada esté obligado por una ley.
El Amor es Libertad, Libertad total, incondicional ella también. El Amor es liviandad, sea cual sea, la mordedura de su Fuego, sea cual sea la intensidad de la Luz revelada. Tú eres eso.
Ríndete a la evidencia. No te pido creerlo, sino simplemente vivirlo. Viviéndolo, no hay necesidad de creencia, no hay necesidad de lógica, no hay necesidad de demostración.
…Silencio…
Entrégate no solo a este momento, entrégate a la Alegría en la Eternidad de los mundos, a la Eternidad de las dimensiones y en el infinito de tus formas posibles. Allí donde no puedes estar bloqueado ni fijado a una forma que te es propia, sino donde eres toda forma como toda dimensión, superando así, los juegos de la experiencia de la conciencia, instalándote cada vez más en la evidencia de tu Presencia como de tu Ausencia.
Encuéntrate. Ahora es el gran momento de encontrarse, no por parcelas, no por fragmentos, sino íntegramente. Así, el Fuego, de la Libertad, del Amor y de la Gracia, modela tu eternidad en lo que eres, en lo que quieres más allá de todo deseo y de toda carencia, tan habitual en este mundo, ahí donde pisas, que no es tu mundo. Por otra parte, ningún mundo puede ser el tuyo, incluso el de tu origen estelar y galáctico. No hay más que un punto de pasaje que te hace entrar en manifestación de conciencia, pero en la Libertad, tú ves conscientemente que estás más allá de tus formas, de todos los multiversos, de todos los universos que tú eres más que una identidad, aunque fuese perfecta, más allá de este mundo encerrado.
Oye el Verbo de la Resurrección entrar en resonancia. Tú eres lo que eres.
Ningún traje ni ninguna forma, podrá ocultar o modificar lo que acaece ahora.
Silencio…
Deja morir lo que está destinado a morir, porque tú no tienes nada que ver con lo que muere. Sumérgete totalmente, en la verdadera Vida y no temas nada porque tú te reconocerás en lo que eres, allí donde no hay nada que creer, allí donde no hay nada que mantener porque la Vida es evidente y se basta a sí misma, en la forma que decidas tomar o no.
Ve más allá de mis palabras que sólo son, te recuerdo, tus palabras. Ve más allá de todo lo conocido. Osa, osa ser lo indecible de lo que eres. No hay que usar máscara, porque no hay miedo ni temor en lo que eres. Así habla la Verdad. Así se expresa el Verbo del Corazón con la palabra de la Vida y la palabra de la Verdad, incluso en sus silencios.
…Silencio…
¿Puede haber más bella celebración que la de tu Resurrección?, ¿Qué puede haber más sereno que la evidencia de tu corazón?, ¿Qué pregunta puede plantearse todavía en el Fuego Ígneo de tu corazón?
Entrégate; tú tienes la Eternidad para vivirla y eso es en este instante como en cada instante siguiente, en la superficie de este mundo.
No hay más condiciones que deban cumplirse, no hay más trabajo que hacer, porque en el Amor todo es conocido y sabido.
Esta es tu llama de Eternidad en toda manifestación que tú has elegido vivir en los Mundos Libres. Así, el Fuego Ígneo pone fin a la memoria de estos mundos donde tú has vivido encerrado y te devuelve a la Libertad, a la memoria de tu eternidad, allí donde nada es pesado; allí donde nada puede ser trabado ni limitado. Me inclino ante ti y en ti.
Escucha; escucha y oye el Fuego de la Alegría que crepita en esta alquimia sublime donde lo que está arriba se une a lo que está abajo por el milagro del Uno. Tú estás conmigo por la Eternidad. Como Él os dijo: “Yo estoy con vosotros por la Eternidad”. Lo que podía todavía estar oculto hasta este día ya no puede permanecer así ante la intensidad de este Fuego de la Resurrección.
Escucha lo que te dice el corazón en la vida. Escucha lo que el corazón elevado, te cuenta en el silencio. Él no te cuenta historias ni palabras; él te cuenta simplemente la alegría del Amor y eso pasa de las palabras, pasa de los escenarios. Escucha simplemente la Evidencia.
Deja este Fuego de Alegría, recorrerte por todas partes. En cada elemento de tu conciencia como en cada célula de tu cuerpo, es la misma alquimia, es el mismo canto, es el mismo silencio.
…Silencio…
Entonces, el Éter en el fuego de la Corona de tu cabeza, se casa con el Corazón elevado en la misma llama y en la misma radiación. Nútrete hasta la saciedad y nutre tu cuerpo de lo que necesita porque la Luz conoce cada rincón, cada parcela de tu cuerpo y de tu conciencia.
...Silencio…
Déjate abrazar por el abrazo del Espíritu del Sol, por el abrazo del Logos Solar y depón así todas las armas y todas las máscaras del miedo. Deja que ellas se consuman en el Fuego de la Alegría del Amor. No retengas nada, porque el Amor no retiene nada. Así, tú y yo, celebramos en el corazón del Corazón, como en cada carne de este mundo, la Nueva Eucaristía, la Nueva tri-Unidad, para hacer el milagro del Uno.
El Fuego Ígneo te convida a cada minuto de tu tiempo de la Tierra, a no resistir, ya sea por miedo o por ignorancia. Ríndete a la evidencia y capitula ante tu corazón, ante tu eternidad.
Llama al Fuego Ígneo porque es tu don y tu gracia, con intermediario o sin intermediario. Ya sea Cristo, ya sea un dragón, ya sea el mismo don de la Gracia, poco importa; se trata del mismo Fuego Ígneo que viene de la misma fuente en la forma que sea. Escucha el canto de la Resurrección; escucha lo que te dices a ti mismo.
Instálate de manera eterna y definitiva en la verdadera Vida. La Gracia de la Luz te desincrusta ahora de la Ilusión de ser un cuerpo limitado entre el nacimiento y la muerte. El Amor te libera de los condicionamientos que resultan del encierro en este mundo, porque el amor te hace perfecto desde tu primera llama hasta el infinito de los posibles.
Entonces, este Fuego de Amor, esta Luz Blanca, llena todos los espacios de la Ilusión de este mundo, eliminando toda herida, trascendiendo toda resistencia, porque tú eres realmente ese Fuego. Más allá de ser el Hijo Ardiente del Sol y el Hijo Ardiente de la Fuente, tú eres el origen mismo de este Fuego y de esta llama.
Entonces, tu corazón se vuelve una hoguera abrasadora, que se regenera a cada segundo, a cada momento. No disminuye más. Óyete y entrégate.
Estés donde estés, en el momento que estés, yo estaré allí. Deja este Amor manifestarse profusamente, deja este Amor ser sin condición. Tú eres eso.
Y así, tú te revelas cada vez más, despertándote de las cortapisas de las ilusiones de este mundo, ilusiones que tus hermanos trascendieron por una muerte provisional y que han vuelto a este mundo, ricos de este Amor vivido y no encuentran más que el cadáver y los límites; cadáver y límites que haces vivir por la llama de tu Presencia y que aparece también como una ilusión, porque tú habrás trascendido la carne, las creencias, los miedos. No luchando y oponiéndote, sino reconociendo cada día y cada instante, la verdad de tu ser, la verdad de este Fuego Ígneo.
El Amor es todo; si no, no sería nada o sería fraccionado, limitado y condicionado. Así que es tu Espíritu.
…Silencio…
Entonces, entrégate a tu Infinita Presencia, a lo indefinido de tu Ausencia, entrégate al juego del Amor que no conoce ni reglas, ni ganadores ni perdedores, porque no hay diferencia, porque no hay distancia. Deja que este Fuego de alegría crepite en tu conciencia y en tu corazón. El Amor infiltra todo y llena todo. No tienes que dirigirlo, no tienes que orientarlo, sólo tienes que reconocerlo. Entonces, lo Desconocido se volverá en más conocido que lo que has experimentado en este mundo.
El Manto Azul de la Gracia te envuelve en tu cuerpo sin costura, en tu cuerpo de gloria; allí donde no es necesaria la carne, allí donde no puede aparecer ninguna reticencia. Deja florecer la sonrisa de tus labios, deja la Vida ser lo que tú eres. No pongas condiciones sobre lo que no puede ser condicionado; no pongas límites a lo que es ilimitado, no pongas nombre a lo que está más allá de cualquier nombre, el tuyo como el mío. No necesitas nombrar, no necesitas clasificar; sólo tienes que ser. Sé verdadero, sé espontáneo, sé auténtico. Así es el Amor, así es el Fuego Ígneo.
…Silencio…
Y ahí, nosotros somos Uno. Ahí, está el acuerdo justo de mi corazón y tu corazón y de tu corazón y mi corazón, porque sólo hay un corazón donde estalla la misma Vida, donde estalla la misma Alegría.
…Silencio…
El Salvador está en ti como el mundo está en ti. Tú eres el mundo, al igual que eres Cristo, al igual que eres el Camino, la Verdad y la Vida. En el Amor no puede ser de otra manera, no puede ser diferente.
…Silencio…
Mi amigo, mi amado, ha llegado el tiempo de celebrar la Resurrección, de celebrar la Vida, de celebrar el Amor. Eso está allí, eso es ahora, eso está aquí. Eso está presente. Eso escapa del tiempo y de toda historia, porque el Amor es un punto de referencia, el único válido en todo el mundo, en tu Presencia como en tu Ausencia. Entonces, sé feliz, no de la felicidad que hayas podido experimentar en cualquier momento de contento en este mundo, sino sé dichoso en la felicidad eterna. Sé dichoso en tu Libertad porque el Amor no puede ser más que felicidad sin condiciones y sin restricciones.
…Silencio…
Recoge y acoge lo que eres, lo que soy, para hacer el milagro de una sola cosa. Es la misma sinfonía, es la misma danza. No hay diferencia entre la voz que oyes y la voz que eres. No hay ninguna distancia entre el corazón que emite y el corazón que recibe porque no hay diferencia entre un corazón que emite y un corazón que recibe. No hay más que un corazón.
…Silencio…
Así, se ha cumplido la nueva alianza que no conoce ningún lazo, y donde la única palabra escrita en el contrato, es el Amor. Allí donde no hay nada que firmar en la parte inferior del documento o de una página, porque no puedes aprobarlo, porque eres tú.
Deja el Fuego densificar en ti y aligerarte hasta el momento en que ningún peso pueda ser percibido, ni ninguna densidad.
…Silencio…
Deja la hoguera de la resurrección quemar la totalidad de tu cuerpo, de tu corazón, como la totalidad de este mundo. No hay ningún final si se va a vivir un nuevo comienzo. Nada podrá detener el Fuego Ígneo de tu corazón; nada podrá contenerlo ni seducirlo. Allí está tu Libertad, allí está la libertad de la Vida, la libertad del Amor, la libertad de la Luz.
El Fuego de la Resurrección viene a decirte quién eres tú, viene a mostrártelo. El Fuego de la Resurrección es el canto de Gracia y el Verbo en acción y también, el Silencio en su majestad.
…Silencio…
Estés donde estés, yo te toco. Estés donde estés, serás traspasado por la Verdad, rindiéndote así a tu primera integridad. Estés donde estés, vivirás el mismo Fuego y la misma Libertad.
…Silencio…
Recibe con profusión, lo que eres, recibe sin dilación, la verdad de tu corazón, recibe sin distancia, el Fuego Ígneo de tu Presencia. Acepta el don de la Vida.
Canta la Libertad y la Resurrección en cualquier acción que realices en la superficie de este mundo, en cualquier aspecto que plantees, en cualquier situación que sea. Bendice la Vida. En el Amor, no hay nada que juzgar, nada que pesar o sopesar, nada que eliminar, nada que dejar a un lado. Entonces, a mi vuelta, yo te consagro y te bendigo en el Fuego Ígneo, en la llama del Amor, en la llama de la Vida. Te invito ahora a apoyarte en ti mismo, en el silencio de mis palabras, en el silencio de mi Verbo, en el Silencio de mi Presencia. Te invito a descubrirte a ti, el primer ser vivo.
…Silencio…
Entonces estés donde estés, que me hayas escuchado, que me hayas leído, date a ti mismo un momento de Silencio, un momento de paz en el seno de tu efímero, y no olvides de dar tu paz dondequiera que te lleven tus pasos, de dar la Gracia del Amor dondequiera que tus ojos miren, dondequiera que la Vida te lleve, sin condición y sin restricción.
Entonces te dejo un momento de tregua para encontrarte de nuevo con tu efímero que se apaga, enriquecido por la nueva Vida, enriquecido por el Fuego Ígneo, antes de seguir con mi resonancia y mi intervención en el corazón de tu conciencia, como en el corazón de tus células.
Permíteme decirte: bendito sea el Eterno de tu Presencia y de tu Amor.
Cuando lo desees, podrás volver a tu efímero. Date un momento de paz y de silencio antes de que vuelva para seguir con lo que te he dicho, y para avivar el Fuego Ígneo en su totalidad.
Sé bendecido y ve en paz, estoy contigo para toda la Eternidad.
Descansa. Homenajeo tu llama, homenajeo el Amor, y también homenajeo la persona que todavía eres.
Y finalmente te bendigo, sin ninguna razón, por el placer de bendecirte, por la felicidad de volver a encontrarte, por la verdad del Amor.
Te digo hasta dentro de unos instantes, cuando lo desees, para continuar con nuestra comunión y nuestra Unidad. Entonces te digo hasta ahora. Estás conmigo en la Eternidad.
Mi amigo, mi amado, después de este tiempo y este momento de silencio, reanudamos nuestro Corazón a Corazón en el Fuego Ígneo de la Verdad y de la Felicidad.
Entonces tú, que has acogido el ardor del Amor y de la Verdad, te propongo continuar a instalarnos en esta llama eterna, en este Amor infinito. Entonces permíteme de nuevo hablarte desde tu propio corazón, permitiéndote entonces, si estás de acuerdo, de abrir cada vez más tu capacidad para vivirlo, más allá de tu identidad, más allá de toda forma y de toda condición. Entonces asentémonos, dondequiera que estés, en el Aquí y Ahora del instante presente eterno.
…Silencio…
La hora de tu liberación avanza apresuradamente y ya irradia en tu conciencia el sentido mismo de tu eternidad y de tu resurrección. Entonces por mis palabras, por mi Verbo y por el silencio, por tu Presencia donde estoy instalado, levantemos las últimas reticencias, las últimas ilusiones, para que el Fuego Ígneo tome todo el sitio, todo el espacio y todo el tiempo, en tu conciencia libre, en tu conciencia eterna.
Por la Gracia del Fuego Ígneo, vuelvo a ponerme en tu centro-corazón, dándonos mutuamente el beso del corazón que trasciende y magnifica toda forma, y reaviva la felicidad de lo que siempre fuiste, a pesar de las apariencias, a pesar de los sufrimientos, y a pesar de la separación. Entonces deposito en ti de nuevo y sello en ti, el sello de tu resurrección, el sello de tu liberación, con el fin de que no pongas más distancia, ni distinción entre tu persona todavía presente en esta carne y tu eternidad.
Y ahí, en la evidencia de unas palabras que resuenan en ti, como los silencios entre mis palabras resuenan también del mismo modo, continúa la alquimia de este último encuentro en este espacio de tu corazón, donde empieza a desaparecer todo lo que fue efímero, todo lo que sólo pasa, alejando de ti las últimas dudas acerca de lo que eres, acerca de lo que tienes que vivir más allá de esta forma.
Te invito a celebrar de manera todavía más intensa y más viva el momento de tu resurrección, en este rito de paso y de reversión, en este instante.
En el tiempo que te queda por recorrer con tus pasos en este mundo, te invito a girarte hacia la única verdad que sea absoluta, y que no puede ser comparada ni medida con ninguna libertad relativa.
Déjame colmar tus manos y tus pies, en cada extremidad de tu cuerpo, del mismo Fuego Ígneo, de la misma Felicidad, del mismo Amor, para que este Amor – que eres – no esté más limitado a tu corazón o a algún estado interior, sino que entre en manifestación y en encarnación ahí mismo donde te sitúas, sea cual sea tu vida, sea cual sea tu historia. Entonces, deja el don de la Gracia y el don del Fuego Ígneo recorrer la totalidad de tu efímero. Déjate consumar en el Fuego del Amor, en el Fuego de Felicidad de este instante que nunca acabará.
Mientras arde en ti de nuevo esta llama perpetua que ya no puede ser sofocada por ninguna circunstancia de tu efímero, te descubres en cada soplo cada vez más vivo, consumándote de manera cada vez más ardiente, poniendo el Amor al desnudo en todo lo que eres y en la totalidad de este mundo, sin distinción, abrevando cada uno con la misma Luz, independientemente de tu voluntad, independientemente de tu deseo. El Amor no puede ser limitado, ni frenado en este tiempo de la Resurrección que vives, lo ves con cada vez más claridad y cada vez más serenidad.
Entonces deposito en cada parcela de tu carne el mismo Fuego, la misma llama, la misma intensidad.
Deja el sonido de la Vida cantar en tus células, deja el canto de la Resurrección emanar de ti espontáneamente, sin temor y sin falsas apariencias. Permanece natural porque el Amor sólo puede ser natural y espontáneo. No puede ser regentado, del mismo modo que tu conciencia libre no puede ser dirigida ni controlada, si no es por tu llama.
En este instante, en ti como en mí, como en cada uno de ti, la misma gloria, la misma Luz, el mismo Amor, el mismo Silencio, la misma danza, porque en efecto, en el corazón del Único, todo es Uno en el corazón de cada uno, cada uno es Uno, para hacer el milagro de una sola cosa.
Entonces mientras se insufla en ti mismo la potencia del Verbo primero y del Fuego original, haces el Claro, simplemente diciendo “sí”. Sí al Amor, sí a la Libertad, sí a la perfección, sí al Fuego Ígneo. En este “sí”, no puede existir ninguna sombra, ningún desafío ni ninguna anomalía. El Amor es perfecto, y eres Amor, entonces eres perfecto. Sea cual sea la imperfección de este mundo, sea cual sea la imperfección de tu cuerpo, sea cual sea la imperfección de tus pensamientos o de tus ideas, no te quedes ahí. Atraviesalo y únete. Únete a lo que siempre fuiste, únete a las innumerables moradas donde sólo la Paz suprema puede ser evocada. Y esta Paz suprema sólo es una pálida palabra ante la intensidad de lo que vives en este instante, que nada puede describir, que nada puede definir y que no encaja en ningún marco. Porque así es la Libertad, porque así eres libre.
Déjame llevarte lo más próximo de tu eternidad, para que de ti mismo, por este “sí” franco y macizo, digas sí a la Vida Eterna, en el Espíritu revivificado.
Deja el Fuego Ígneo poseerte porque es tu misma naturaleza y tu esencia. Deja lo que todavía puede aparecerte como denso y pesado, ser aligerado por tu Presencia. Deja ser la Vida, deja ser la evidencia.
Ahí donde estás, no hay nada que coger, nada que retener, nada que esconder; todo se revela, más allá de toda lógica y más allá de toda comprensión. Ahí está el verdadero conocimiento, el de tu reconocimiento en tu eternidad. Todo lo demás sale de ahí. Sea cual sea la forma o la dimensión que hayas podido elegir, no te ocupes de esto. Ocúpate únicamente de alimentar este Fuego por tu mirada de niño, por la evidencia de la energía, por la evidencia de tu conciencia, por la evidencia de los Fuegos de la Eternidad.
En el Amor, todo es completo, todo es plenitud. Te lo dije, nada falta. Entonces atrévete, sin demora ni retraso, prepárate para tu renacimiento. Prepárate para la Felicidad perpetua que ya nada podrá enturbiar.
Déjate ser, déjate llevar por la llama de la Resurrección. Aliméntate de esta Eternidad donde todo está servido en abundancia, a saciedad. Nada puede faltar, nada puede desaparecer. Eres esto.
Entonces deja al Silencio enseñarte tu propia eternidad y tu verdad absoluta. Ninguna sombra puede ser proyectada, porque todo ahí es transparente, porque todo ahí está lleno de Luz, de Felicidad, de Amor.
Con la plena conciencia, déjate llevar hasta el umbral de tu resurrección, hasta el umbral del Último, ahí donde todo lo que ha sido olvidado, todo lo que pudo parecer haber sido quitado, te es restituido multiplicado por cien, porque el Amor no se cuenta, ni se descuenta.
…Silencio…
Deja al Espíritu Santo ser vivificado por tu Fuego Ígneo. Deja la Onda de Vida ser amplificada por tu Presencia y tu Ausencia. No hay nada que controlar, no hay nada que medir, no hay nada que delimitar.
Acógete, acoge a cada uno de ti, acoge a la totalidad de este mundo, como de los demás mundos, en el universo o los multiversos que sean. Tu corazón es lo suficientemente vasto para contener el conjunto de la Creación y el conjunto del Increado.
Quédate así, en la belleza de la Verdad, consumando en este Fuego de Felicidad lo que te pareció hacer obstáculo o limitar tu libertad. Atrévete, sé sin límites – es lo que eres. Sé sin ataduras porque tu corazón es libre. No dependas de nada porque el corazón no puede depender de nada. Deja este Fuego salir por todos los poros de tu cuerpo, como por todos tus sentidos.
Ahí está tu grandeza y tu humildad, ahí está tu espontaneidad, ahí está el Último.
Así, tu templo es adornado y decorado para el momento en que lavarás tus vestidos junto a Cristo, junto a ti mismo.
¿Qué puede quedar de importante? ¿Qué puede quedar como otras cosas que hacer, qué decir, o que realizar?
El Fuego Ígneo te quiere en totalidad para devolverte a ti mismo.
Deja tu corazón hablar al unísono con cada corazón. No necesitas reconocer la forma que apela al Amor, aunque estuviese al otro extremo del lugar de donde vives. No dirijas nada, deja la Luz, deja la Inteligencia del Amor, deja la Gracia establecerse por sí solas. No tienes que hacer nada. Guarda el “hacer” para lo que tu vida efímera te pide cumplir, pero olvida todo “hacer” para ser lo que eres.
No hace falta tu forma, ni tu persona, ni ninguna historia en la cual puedas apoyarte para ser lo que eres. El Amor no necesita ningún apoyo, el Amor no necesita ninguna fundación, el Amor no necesita ni tejado ni ventanas. Está en cualquier forma, como en la no-forma, con el mismo resplandor, la misma bondad, la misma evidencia.
Entonces, desde lo más alto de los cielos como desde lo más profundo de la tierra, reúno en ti, por la Gracia de tu corazón, lo que había sido desunido.
Todo es perfección y todo es perfecto, no puede ser de otra manera en el momento en que te reconoces, en el momento en que me reconoces.
Ninguna necesidad puede emerger, ninguna petición puede aparecer. Ahí está la evidencia del Amor que consuma lo que debe de serlo.
Todo esto es espontáneo, todo esto no requiere ningún esfuerzo, todo esto no necesita nada más que tu “sí”. Sí a la Vida, sí al Amor, sí a la Libertad. Sí a la Vida, no solamente la que fue amputada en este mundo, sino la verdadera Vida, que no es de este mundo y sin embargo es en esta carne y en este mundo que debes decir “sí”, sin condiciones, sin interrogaciones. Sé verdadero, sé espontáneo, sé auténtico, todo lo demás sale de ahí.
Entonces tú y yo, vivamos la consagración de tu resurrección. Porque se trata de un acto sagrado que no depende de ninguna acción, porque se trata de un estado sagrado que no depende de ningún estado, ni de ninguna definición. El Amor está desnudo, y es en esto que está entero y total. No necesita ornamentos, si no es tu propia conciencia y tu propia forma que ha dicho “sí”.
Así tu templo interior está definitivamente listo. No hay nada que decir, ni ningún plazo que esperar, ni ninguna fecha que desear. Esto está ahí, ahora. Esto está ahí, aquí, dondequiera que estés, en cualquier parte del mundo, en cualquier estado que esté tu conciencia. El Amor es el bálsamo, el Amor es el único remedio. Todo lo demás sólo representa unos retrasos para la instalación de la verdad del Amor. Entonces descansa, estate tranquilo y deja la Obra finalizarse.
Así tu Corazón eterno te aparece en su gloria, en su esplendor, en su Fuego.
Este Amor sublima cualquier forma. Incluso en el seno de tu mundo denso, esta sublimación es la acción del Amor, esta acción que no puede ser llevada por ti mismo y que sólo puedes aceptar.
Todo es simple, el Amor es la única ley.
Fuiste su digno representante. Sean cuales sean tus afectos, sean cuales sean tus heridas, sean cuales sean tus esperanzas o tus desesperanzas, esto ya no es. Como un sueño que se desvanece al despertarse, emerges en el océano de la Beatitud, en el océano de la Verdad, en el océano de la Vida. Y ahí, eres tanto la gota como el océano entero, y todo lo que contiene. Un océano que no estaría limitado por ninguna tierra y que nunca se agotará. Así es la Vida, así el Amor. Sólo puedes hablar de ello, como te hablo en ti, por metáforas porque ninguna palabra, y hasta diría ningún Verbo, puede explicarlo, describirlo, ni encerrarlo en ninguna definición.
Es esto lo que te es ofrecido, no por ninguna autoridad exterior sino más bien por el regreso en ti mismo, más allá de todo personaje, más allá de todo deseo como de toda historia.
Tu corazón, como tu cuerpo de Eternidad, no puede estar limitado, no puede estar encerrado, no puede estar reducido. Sólo puede crecer en intensidad y en vida, y sin embargo idéntico a sí mismo en cada instante, expandiéndote hasta el infinito o contrayéndote en el Último y lo Absoluto. No hay ninguna diferencia, ni de sentido, ni de movimiento, ni siquiera de amplitud. ¿Qué palabra, qué ecuación podría transmitir esto? No hay otra posibilidad que la de vivirlo, no hay otra posibilidad que de serlo.
…Silencio…
Cada una de las células de tu cuerpo ha guardado en ella la memoria de este Fuego, y vida tras vida, cada una de tus células ha esperado, en cierto modo, este momento. Digas lo que digas, pienses lo que pienses, sea cual sea tu ira, sea cual sea tu aceptación, sea cual sea tu negación, sólo el Amor es verdadero. No el que te es dado a experimentar y a vivir en este mundo, ni siquiera el que puedes soñar o desear – porque no es de este mundo, como no eres de este mundo.
La Vida no pertenece a ningún mundo, ni a ninguna esfera de experiencia, mana por todas partes. No es tributaria de una disposición de formas o una disposición de mundos, mana de sí misma, como en ti ahora, quemando y disolviendo lo que todavía podía parecerte, hasta este instante, impedirte o limitarte. Nada puede impedir el Amor, nada puede limitarlo. No lo aceptes cuando te lo digo, sino que vívelo.
En el silencio como en la exuberancia de sus sonidos, no hace ninguna diferencia. Vívelo así, para que cualquier distancia sea abolida, para que la impresión del tiempo no pueda afectar este Amor.
Acuérdate, no tienes que dirigir nada, no tienes que buscar nada, no tienes que probar nada. Simplemente averiguar la evidencia del Amor, viviéndolo, acogiéndolo, reconociéndolo.
Puedes tener a veces la impresión de que haya que dar un último paso y que haya que soltar, no tus creencias que, ellas, se disuelven, sino algunas certezas existentes en el seno de la persona.
Demuéstrate a ti mismo que no puede quedar, en lo que eres, el menor espacio para el miedo, el menor espacio para lo que pertenece a este mundo. Nada te pertenece, al igual que no perteneces a nadie.
Ahí está tu Espíritu. Ahí está la Verdad que no puede conformarse a la persistencia de ningún mundo encerrado, que no puede conformarse con ninguno efímero y ningún límite.
En este instante, te reencuentras, aboliendo todo obstáculo que todavía podría darte la ilusión de existir.
Nada puede frenarte, en tu eternidad. En esta plenitud, no hay ni carencia, ni espera.
En este Fuego Ígneo, absolutamente todo es transfigurado. Ahí está la consagración de tu resurrección. Velo, y sobre todo, vívelo.
En el Amor, ya nada podrá ser separado, ni dividido, ni restado.
…Silencio…
En el Amor nada puede pesar, ni nada se mide.
…Silencio…
Ahí está la verdadera bendición, ahí está el único homenaje.
Esto te es debido. No es una recompensa, no es un fin, no es un camino, sino que es verdadero en el instante. Ninguna duda puede aparecer, ningún plazo puede ser sostenido.
Ponte en el Corazón de tu Corazón, y deja que suceda lo que parece suceder.
…Silencio…
En nuestro corazón Uno, todo es fuente, permanentemente renovada. Nada se agota y nada desaparece, a diferencia de tu mundo donde cada vida desaparece cuando le corresponde.
…Silencio…
En este corazón elevado, ninguna necesidad de maestro, ninguna necesidad de otra Presencia.
Eres completo así, y entero.
…Silencio…
Deja el silencio magnificar esta evidencia.
Deja este silencio estar lleno del Coro de los Ángeles.
…Silencio…
El Amor es la sanación de todo lo que está enfermo en este mundo. El Amor no conoce la enfermedad, ni el sufrimiento, ni la pérdida. Y es lo que eres. Averígualo, demuéstratelo a ti mismo.
…Silencio…
Te lo dije, estoy contigo para la Eternidad.
En el corazón, el conjunto de los mundos está presente para la Eternidad. En el corazón, no hay sitio para ningún pasado o para ningún devenir, porque todo está en el instante. No hay ninguna diferencia, no hay ninguna distancia, no hay ningún plazo.
…Silencio…
Cada soplo de tu soplo de Vida en este mundo se convierte en este Amor.
Acuérdate: no puedes retenerlo, no puedes definirlo. Entonces vívelo con intensidad, en totalidad. Hay mucho sitio y está en tu corazón.
…Silencio…
En este Silencio, la consagración de tu resurrección y de tu renacimiento está tramitada.
Aunque en este tiempo de tu tiempo, esto no esté vivido en totalidad, entonces deja. Deja que se haga lo que se hace, porque ningún juramento puede ser roto con la Luz.
…Silencio…
Tú, llama de Vida, bendícete tú mismo. Date la Gracia, date el perdón, porque ¿cómo el Amor que eres no podría perdonarse o perdonar al universo entero? En el Amor no hay ningún fallo; en el Amor, no puede existir ningún error, ni perdurar la menor oposición.
No hay nada que defender.
…Silencio…
Estoy contigo en Eternidad. Y la Eternidad no es mañana, es desde este instante.
…Silencio…
Entonces el Manto Azul de la Gracia puede inundarte de Gracia, como inundarte de Luz, como inundarte de Fuego, en el mismo gozo que no es simplemente el gozo de los sentidos, sino el gozo infinito del Amor, que es mucho más concreto que todo lo que puedes tocar en este mundo, y que todo lo que puedes vivir.
…Silencio…
Así se vive la concretización de la Boda Mística con tu propia eternidad. Así se vive, en la carne y en este mundo, el regreso a la Luz, el fin de lo que es falso, porque ninguna falsedad puede quedar de pie cuando el Fuego del Amor está ahí.
…Silencio…
Así el Amor puede parecer darse a ti, pero en realidad eres tú quién te das al Amor, y en verdad, sólo esto es verdadero. Todo lo demás sólo pasa, todo lo demás está inscrito en los ciclos.
…Silencio…
No eres lo que pasa, eres lo que permanece. No eres lo que se muere, eres lo que está vivo de manera perpetua. No eres esta forma, como no eres ninguna otra forma, y sin embargo puedes reconocerte en cada forma, en el Amor.
…Silencio…
Date cuenta de la evidencia, date cuenta de la Verdad.
Porque el Amor siempre es ganador. Nunca puede perder, nunca puede desaparecer, nunca puede disminuir.
…Silencio…
En este Corazón del Uno, ya no sabes y no puedes saber si eres tú, si eres yo. Ya no puedes saber si eres uno de tus hermanos, porque ya no puedes hacer ninguna diferencia y porque eres todo esto a la vez. En verdad te digo: vívelo. No puedo aportarte mejor prueba, ni por mis palabras, ni por mi presencia, ni por mis silencios, ni por mi Verbo. Vívelo.
Esto es mucho más que una invitación, esto es mucho más que una petición, esto es la evidencia de tu corazón.
Reconócete, y acepta el sacramento de tu resurrección.
Ahí está nuestra ceremonia sin igual, que ninguna ceremonia de tu mundo puede equivaler, que ningún ritual de tu mundo donde estás presente aquí hoy puede evocar.
…Silencio…
Entonces tu Corona de gloria, irradiada por tu Fuente de Cristal, se enciende de mil fuegos y de mil llamas.
…Silencio…
Tal es el regalo de la Vida.
Se propaga cual un néctar en toda tu conciencia y en todos tus cuerpos.
…Silencio…
Así, si había que nombrarte, más allá de tu identidad terrestre en función de las leyes de este mundo, podrías ser nombrado el bienaventurado o la bienaventurada.
Ninguna circunstancia de este mundo, de tu cuerpo como de tu conciencia, puede impedirte ser el bienaventurado.
Entonces el Fuego Ígneo abrasa tu pecho.
Entonces el Fuego Ígneo se despliega desde tu pecho.
Eres pues bautizado por el Agua de Vida.
El Coro de los Ángeles, en lo más alto de los cielos como en lo más próximo a la tierra, ha iniciado el canto de tu resurrección que pronto percibirás de manera carnal, como tal vez ya lo percibes al nivel de tu clariaudiencia.
…Silencio…
El Amor toma todo su sitio; y ella, está en todo sitio, la Luz.
Y el Amor está pues en todo sitio.
…Silencio…
En esta Felicidad, hay mucho más que la experiencia del éxtasis.
En esta Felicidad, hay una Paz eterna, donde nada puede aferrarse, y sobre todo nada viniendo de este mundo.
Así, por este sacramento, puedes entonces recibir la plena dosis de la radiación de tu Sol. De la emanación de la Fuente, puede elevarse en ti la plena dosis de la Onda del Éter. Sé saciado, no tendrás sed nunca más.
Entonces lleva contigo la buena noticia. No por unos discursos, ni por unos gestos, ni siquiera por tu sonrisa, sino simplemente por tu Presencia. Hagas lo que hagas en este mundo, tu Presencia se vuelve mucho más importante que las acciones que puedes llevar en este mundo.
…Silencio…
Alégrate, estés donde estés.
…Silencio…
Entonces los cuatro elementos en su esencia primordial alimentan el mismo Fuego, y forman parte del mismo Fuego: el del Amor, el de la conciencia.
Recoge en tu templo el néctar de Vida.
Este néctar está en abundancia, en profusión. Es dulzura.
Es la Vida.
Entonces acojo a cada uno de ti en nuestro templo Uno.
Entonces me inclino ante ti para rendirte gracia y agradecerte por haber estado conmigo hasta aquí.
Entonces me inclino ante ti, ante tu llama de Vida.
Me inclino ante la Verdad y ante tu belleza que ninguna forma puede ilustrar, porque esto sobrepasa ampliamente cualquier forma, incluso la más perfecta, porque esto sobrepasa ampliamente cualquier deseo y cualquier envidia.
…Silencio…
¿Qué más puedo decirte? ¿Qué más puedo enseñarte?
No hay una mejor mirada que la tuya sobre tu propia eternidad. No hay unas mejores palabras que las tuyas en el canto de las alabanzas de tu resurrección.
…Silencio…
Me inclino ante tu llama porque soy esta llama, como lo eres.
Aquí está mi homenaje, que acompaña el canto de tu resurrección.
…Silencio…
Entonces honro tu Presencia, honro tu llama y honro el Amor.
Así es la vida en la Eternidad, un homenaje permanente a la belleza de la vida, a la belleza de todas las formas, en cada mundo, en cada universo, en cada multiverso, y más allá de toda experiencia como de todo mundo, honro tu vacuidad, honro tu Último.
Sin demora, sin espera, a partir de ahora eres esto.
…Silencio…
Entonces nos acogemos los unos, los otros, en la Blancura inmaculada.
Ahí donde no puede existir ninguna diferencia.
Sea cual sea la forma, sea cual sea el mundo, en esta Blancura inmaculada, la felicidad sigue creciendo.
…Silencio…
Entonces estás listo, porque no queda nada que completar. Velo.
…Silencio…
Mi amigo, mi amado, ¿qué palabra podría transcribir o definir lo que vives en este instante?
¿Qué expresión de tu cara podría traducir lo que vives en este momento?
Sólo el silencio puede dar cuenta de esta evidencia.
Amate en lo que eres, más allá de toda medida, en este Blanco perfecto.
Me consumo de Amor contigo y en ti.
Esta consumación es permanente y sin residuo, sin ninguna sombra.
…Silencio…
Mi amigo, mi amado, te bendigo una vez más y te expreso toda mi gratitud por lo que eres, por lo que vives, por lo que abriste, por aquello a lo que dijiste “sí”.
Ninguna palabra puede ser suficiente para decírtelo, entonces te lo digo en el Fuego del Amor y en la Luz del Amor.
…Silencio…
Me retiro en ti ahora, en este espacio de expresión y de manifestación. Así finaliza tu escucha o tu lectura de este día, pero que no acaba para nada lo que vives, al contrario.
Y entrego a tu corazón el más puro de los saludos.
Y recojo tu Amor y tu bendición.
Sé libre y ve en paz. Sea cual sea la agitación de tu mundo o de tu vida, eres portador de la Vida eterna, ahí donde nada puede ser agitado. Te amo en el Amor, y te amo en la Libertad, y te amo en la Verdad.
Ve en paz. Te doy la Paz.
Adiós.
***
A través de Jean Luc Ayoun
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Traducción equipo de traductores
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